lunes, 3 de febrero de 2014

El corazon delator, de Edgar Allan Poe

¡Es verdad! Soy muy nervioso, horrorosamente nervioso. Siempre lo fui. Pero, ¿por qué pretendéis que esté loco? La enfermedad ha terminado por agudizar mis sentidos, sin destruirlos ni embotarlos. Tenía el oído muy fino, ninguno le igualaba, he escuchado todas las cosas del cielo y de la tierra, y no pocas del infierno. ¿Cómo he de estar loco?...

Amaba al buen anciano, pues jamás me había hecho daño alguno, ni menos insultado. No envidiaba su oro, pero tenía en sí algo desagradable.
¡Era uno de sus ojos, sí, eso es!. Asemejábase al de un buitre y tenía el color azul pálido. Cada vez que este ojo fijaba en mí su miradaa, se me helaba la sangre en las venas y lentamente, por grados, comenzó a germinar en mi cerebro la idea de arrancar la vida al viejo, a fin de librarme para siempre de aquel ojo que me molestaba...

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