martes, 17 de diciembre de 2013

Mary Shelley: Frankenstein

Desde aquel día no tuve otra ocupación que la física y especialmente la química, en el sentido más amplio de la palabra.
Leía con avidez las obras, tan llenas de genio, que seguramente los investigadores modernos habían escrito sobre estos temas......
Tras días y noches de trabajos y fatigas, logré descubrir la causa de la generación vital. Más aún, conseguí dar vida a la materia inerte.......

Nadie puede imaginar la variedad de emociones que me arrastraban como un huracán en el primer entusiasmo del triunfo...prosiguiendo con mis cavilaciones, llegué a pensar que si podía otorgar vida a la materia inerte, podría con el tiempo, aunque entonces me resultaba imposible, renovar la vida en los cuerpos a los que la muerte había condenado a la putrefacción......
En una lúgrube noche de noviembre llegué al término de mis esfuerzos. Con una ansiedad agónica, dispuse a mi alrededor los instrumentos que me permitieron infudir una chispa vital a aquel ser muerto, que yacía a mis pies.
Era la una de la mañana y mi candil estaba casi consumido cuando gracias a su tenue resplandor contemplé como los ojos amarillentos de mi obra comenzaban a abrirse, al mismo tiempo que inspiraba profundamente. Un movimiento compulsivo hizo mover sus extremidades...

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